viernes, 16 de noviembre de 2007

Zapatismo, su historia y su naturaleza


El Zapatismo hoy es un movimiento social rebelde y revolucionario de base popular e indígena, nacido en el corazón de uno de los estados mexicanos más ricos, pero cuya población, mayoritariamente descendiente de los Mayas, es una de las más pobres del continente americano. Es un movimiento civil y político con un ejército, el EZLN, que en sus 20 años de historia sólo ha actuado de forma militar una vez durante los 12 días de combate que sucedieron a su levantamiento en armas, su presentación al mundo, el 1º de Enero del año 1994. Este levantamiento no surgió de la nada, hizo falta la complicidad, la clandestina organización y la sumisión a las miles de comunidades indígenas que forman sus bases de apoyo para que se haya convertido en lo que es actualmente.

El conflicto en Chiapas no surge con el Zapatismo. El Zapatismo es la respuesta al conflicto, una respuesta novedosa respecto a las anteriores rebeliones populares que tan abundantes han sido en América Latina. La independencia de México en el s.XVIII no supuso un cambio sustancial en las estructuras oligárquicas de poder nacidas en la colonia, ni en las titularidades de las tierras y riquezas. Pero la raíz está incluso más lejos, más aún que las burguesías nacionales que no supieron propiciar un desarrollo interno que librase al país de la dependencia económica del exterior, de Europa primero y de Estados Unidos después. El paso de la era colonial a la era neoliberal sólo ha supuesto un cambio de nombre, y la sofisticación del robo y el expolio de las riquezas de los países llamados en vías de desarrollo, así como el aniquilamiento y exterminio de sus poblaciones. Siguen ganando y perdiendo los mismos.

En 1917, tras la Revolución Mexicana, liderada por Pancho Villa y Emiliano Zapata bajo la consigna Tierra y Libertad, se promulga la Ley de Reforma Agraria, gracias a la cual comienza el reparto de tierras, por lo que los terratenientes son despojados de sus tierras y éstas repartidas a los campesinos. Pero este reparto se inició en los estados norteños del país, no llegando a Chiapas hasta los años setenta. En los estados del sur, como Chiapas, tuvo lugar una contrarreforma, y con el beneplácito de las autoridades regionales y locales las empresas multinacionales con objetivos en la zona, y los terratenientes, formaron sus propios grupos paramilitares para la contención de las masas de indígenas, marginados, hambrientos y humillados por su raza y su cultura. En los años setenta, años del inicio del reparto de tierras en Chiapas, las clases dominantes utilizaron continuamente las fuerzas armadas para aplastar las fuerzas de cambio, el gran auge de los movimientos sindicales, de organizaciones campesinas, arrancar sus raíces, perpetuar el orden interno de privilegios y generar condiciones económicas y políticas seductoras para el capital extranjero: Negocios libres como nunca y gente presa como nunca. El principal producto de Latinoamérica, y de Chiapas, venda lo que venda, materias primas o manufacturadas, son sus brazos baratos.

De la frustración de décadas de lucha “pacífica” surge el EZLN, no como una fuerza armada paternalista y sin base popular, sino como un movimiento que no busca la toma del poder, sino el cambio de las estructuras de poder a través de la participación civil y política. Los compas lo llaman el mandar obedeciendo. A los doce días de su levantamiento en armas plantea una tregua en pro del diálogo, y se realizan dos diálogos con el Gobierno federal, en uno de los cuales se llegan a acuerdos. El gobierno quedó comprometido a aprobar en reforma constitucional los resultados de esos acuerdos, referentes a derechos y cultura indígenas, en los que fueran respetados sus usos y costumbres, sus formas de regirse y sus sistemas tradicionales de producción. Este reconocimiento constitucional nunca se ha dado, y la vía del diálogo con el gobierno ha quedado definitivamente cerrada desde el Zapatismo, desde el gobierno nunca estuvo abierta.

En toda su historia el Zapatismo siempre ha hecho de la visibilidad su arma real de presión. Con su presentación al mundo consiguió un protagonismo mediático que ha sabido utilizar, y con su discurso, un discurso nuevo en el que hermana su lucha con la de los oprimidos de todo el mundo, haciendo del indígena metáfora del excluido y de la autonomía un modo de resistencia frente a un régimen mundial globalizador y aniquilador de las diferencias, ha creado redes de apoyo y difusión claves para dificultar las acciones militares y paramilitares que el mal gobierno siempre ha dado como respuesta a las demandas indígenas, que no son otras que: Democracia, Justicia, Libertad, Tierra, Educación, Salud, Trabajo, Alimentos, Respeto, Autonomía... Así, desde la sociedad civil nacional e internacional, que siempre ha estado presente en todos los momentos de su lucha para apoyar el proceso zapatista, se ha llegado hasta la autonomía en los territorios rebeldes.

Ahora, con la formación de las Juntas de Buen Gobierno Zapatistas (integradas por representantes de cada comunidad que van turnándose cíclicamente cada dos semanas), los gobiernos autónomos zapatistas, se organizan en los municipios autónomos, y mediante la cooperación han construido su utopía. Un mundo donde quepan muchos mundos, donde el pueblo manda y el gobierno obedece, donde se respetan las formas tradicionales de toma de decisión, que no son otras que las asambleas, donde el pueblo es quien tiene en sus manos el proceso, donde los indígenas son los sujetos de su propia liberación.

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