viernes, 7 de diciembre de 2007

8 de marzo: Día de la mujer


Historia de una celebración



El nacimiento del Día Internacional de la Mujer, no radica en un acontecimiento aislado. Ha de encuadrarse en un contexto histórico e ideológico mucho más amplio. En la historiografía española la conmemoración del 8 de marzo se vincula, erróneamente, al incendio ocurrido el citado día del año 1908 en una fábrica textil de Nueva York, provocado por el propio empresario ante las obreras declaradas en huelga y encerradas en el inmueble. En la historiografía estadounidense se vincula, también erróneamente el origen del 8 de marzo a una manifestación de trabajadoras del sector textil en la ciudad de Nueva York que reivindicaban mejoras laborales.

Historiografía errónea

"Día Internacional de la Mujer Trabajadora: Se considera una jornada de lucha feminista en todo el mundo en conmemoración del día 8 de marzo de 1908 en que las trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York llamada Cotton declararon una huelga en protestas por las condiciones insoportables de trabajo. El dueño no aceptó la huelga y las obreras entonces ocuparon la fábrica. El dueño entonces cerró las puertas y prendió fuego muriendo abrasadas las 129 trabajadoras que había dentro (...)". "(...) la historia de los sucesos que dieron lugar a la designación del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. En aquel mismo día de 1908, las trabajadoras de la fábrica Cotton de Nueva York se declararon en huelga y ocuparon la factoría. El dueño decidió cerrar las puertas, incendiándose la fábrica y pereciendo las 129 mujeres que se encontraban en su interior"

"El 8 de marzo, relataba a mis alumnos de Estudios de la Mujer la historia del Día Internacional de la Mujer. Es una historia que yo me había repetido varias veces y que, por tanto, conocía bien. Una manifestación espontánea organizada por las trabajadoras del sector textil de la ciudad de Nueva York, protestando por los bajos salarios, la jornada laboral de doce horas, y las crecientes cargas laborales, fue dispersada por la policía, de una forma bastante brutal. Muchas chicas fueron arrestadas; algunas fueron pisoteadas por la multitud. Cincuenta años más tarde, en el aniversario de esa manifestación, fue establecido en su memoria el Día Internacional de la Mujer"

Las referencias sobre el origen de la celebración del 8 de marzo que se basan en el incendio de la fábrica en Nueva York o en la manifestación de las trabajadoras son falsas debido a la manipulación de querer silenciar el verdadero origen de esta festividad.

En relación al incendio, basta con mirar el calendario para hacer tambalear esta teoría. El 8 de marzo de 1908 era domingo, un día un tanto extraño para declararse en huelga sin perjudicar al empresario. Sí que hubo un incendio en la fábrica la "Triangle Shirtwaist Company" donde murieron muchas mujeres, la mayoría chicas inmigrantes entre los 17 y 24 años, pero no fue el 8 de marzo de 1908 sino el 25 de marzo de 1911, dos días antes a la primera celebración del Día Internacional de la Mujer.

En relación a la manifestación, aunque esta tuvo lugar, no fue ni el 8 de marzo de 1857, ni el 8 de marzo de 1908 como se suele referenciar. Fue el 27 de septiembre de 1909 cuando los/las empleado/as del textil hicieron una huelga de trece semanas (hasta el 15 de febrero de 1910) en demanda de mejoras laborales. Este acontecimiento tampoco es el origen de la celebración del 8 de marzo.

Las historiadoras Liliane Kandel y François Picq afirman que el mito que sitúa la manifestación en el año 1857 fue creado en 1955 para eliminar el carácter comunista que más tarde adquiriría el Día Internacional de la Mujer.

La investigación de Álvarez González

Para develar los verdaderos orígenes de la celebración del 8 de marzo como "Día Internacional de la Mujer" y no "Día Internacional de la Mujer Trabajadora" nos hemos basado en la investigación realizada por: ANA ISABEL ÁLVAREZ GONZÁLEZ (1999): Los orígenes y la celebración del Día Internacional de la Mujer, 1910-1945. KRK-Ediciones: Oviedo. Ana Isabel Álvarez doctoranda del programa "Estudios de la Mujer" de la Universidad de Oviedo, realizó durante 1997-1999 una investigación sobre el origen del 8 de marzo consultando fuentes de primera mano en la Universidad de Harvard. Defendió su investigación en junio de 1999.

La historiadora norteamericana Mari Jo Buhle en su obra "Women and American Socialism 1870-1920" estudió el incendio de la "Triangle Shirtwaist Company", suceso de gran trascendencia en la historia contemporánea de EEUU, pero no por dar origen al Día Internacional de la Mujer, sino por ocasionar la muerte de las obreras que el año anterior, en 1910 habían protagonizado la primera huelga llevada a cabo exclusivamente por mujeres en demanda de mejoras en su situación laboral.

Clara Zetkin y las mujeres internacionalistasLa decisión de convertir esta celebración en una festividad internacional corrió a cargo de Clara Zetkin (1857-1933), líder del movimiento alemán de mujeres socialistas. Pero la propuesta presentada por Clara Zetkin en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague los días 26 y 27 de agosto de 1910, para organizar la celebración de un Día Internacional de la Mujer no era del todo original. Tenía un antecedente en el qué inspirarse, el Women's Day que las socialistas estadounidenses llevaban celebrando desde 1908, cuya finalidad era la reivindicación del derecho al voto para las mujeres.

El Partido Socialista Americano designó el último domingo del mes de febrero, día 28 de 1909, como Woman's Day, para reivindicar el derecho de las mujeres al sufragio. Hasta el 1920 no fue aprobada la Decimonovena Enmienda de la Constitución Estadounidense por la que se otorgaba a las mujeres el derecho al sufragio.

El Día Internacional de la Mujer, que tiene sus orígenes indiscutiblemente en el movimiento internacional de mujeres socialistas de finales del siglo XIX, tenía como finalidad exclusiva promover la lucha por el derecho al voto de la mujer, sin ningún tipo de restricción basada en el nivel de riqueza, propiedades o educación.

La primera celebración del Día Internacional de la Mujer se produjo el 19 de marzo de 1911, y fue seguida en Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia. En los primeros años, el Día Internacional de la Mujer se festejaba en fechas diferentes según los países. Pero en 1914, a propuesta de las alemanas, el Día Internacional de la Mujer se conmemoró por primera vez el 8 de marzo en Alemania, Suecia y Rusia. La única autora que se aventura a dar una explicación sobre la elección de esta fecha es Renée Côté, quien sólo apunta como posibilidad el hecho de que el mes de marzo estaba cargado de contenido revolucionario, pero sin dar ningún argumento sólido sobre por qué ese día en particular y no otro.

También la Revolución Rusa de 1917 tuvo una gran influencia a todos los niveles en el Día Internacional de la Mujer. Aunque el 8 de marzo se llevaba celebrando en Rusia desde 1914, en el año 1917 las mujeres rusas se amotinaron ante la falta de alimentos, dando inicio al proceso revolucionario que acabaría en el mes de octubre de ese mismo año. Los acontecimientos del 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en su calendario) son importantes, no sólo porque dieron origen a la revolución y porque fueron protagonizados por mujeres, sino porque, según todo parece apuntar, esos sucesos fueron los que hicieron que el Día Internacional de la Mujer se pasara al celebrar sin más cambios hasta la actualidad el 8 de Marzo.

Las Naciones Unidas, con ocasión de la celebración en 1975 del Año Internacional de la Mujer, ofreció una versión de los hechos que habían conducido al nacimiento del Día Internacional de la Mujer. Según Ana Isabel Álvarez, es muy interesante resaltar que en ese breve informe se silencian de manera absoluta los sucesos vividos en Rusia en 1917 que precisamente fueron los que harían del 8 de marzo el día elegido para celebrar el Día Internacional de la Mujer:

"El Día Internacional de la Mujer fue propuesto por primera vez por Clara Zetkin, una representante de la Conferencia de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague en 1910. La propuesta llegó al comienzo de un periodo de gran transformación social y política en el mundo. Europa estaba al borde de la Guerra Mundial, los imperios coloniales de Asia y África estaban sufriendo las primeras conmociones de la revuelta nacionalista, y en Norteamérica, el movimiento por el sufragio femenino estaba cuestionando algunas de las presunciones de las relaciones humanas. La llamada de Clara Zetkin a las mujeres para unir su lucha por la igualdad de derechos con la lucha por preservar la paz mundial topó con un coro sensible. Cuando se conmemoró el primer Día Internacional de la Mujer en 1911, más de un millón de mujeres participó públicamente en él. Además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, demandaban el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y el fin de la discriminación en el trabajo".























cultural
₪ Historia del 8 de marzo
₪ Literatura: Elfriede Jelinek, premio Nobel 2004
₪ Música: Lila Downs, Lhasa



más

jueves, 22 de noviembre de 2007

La caída del Muro de Berlín


En 1945, al término de la segunda Guerra Mundial, los vencedores de Alemania (Estados Unidos, la entonces Unión Soviética, Inglaterra) ocuparon y dividieron, para su control, el territorio alemán. Esta divisón fue una consecuencia directa del conflicto armado entre los poderosos del mundo: ninguno de los vencedores quería que el antiguo régimen facista volviera a adquirir poder. Los Estados Unidos y la Unión Soviética (ahora Rusia) acordaron ocupar el país para después hallar un régimen pacífico y de libertad para los alemanes. Muy pronto se vio claro que las potencias vencedoras no podían ponerse de acuerdo sobre una política de ocupación común. En definitiva, detrás de todo este proceso estaba la rivalidad ideológica de dos sistemas sociales opuestos y la política expansionista del gobierno soviético de entonces.

Berlín, la capital, también fue dividida. La división física de la ciudad se consumó en agosto de 1961 con la construcción de un muro comunista de separación, motivada por el hecho de que el régimen de la República Federal Alemana no podía frenar de otra manera la creciente corriente de fugitivos que querían desplazarse al otro lado de Berlín. Desde 1961 hasta 1989 Alemania estuvo separada. Lo difícil de esta creación de fronteras en un mismo país fue que mucha gente, en un corto periodo, tuvo que separarse de sus familias (que podían vivir simplemente en el otro lado de la ciudad); muchos tabajadores se quedaron sin empleo por la construcción del muro, y sobre todo fueron instaurados sistemas sociales que separaron no sólo a los ciudadanos alemanes en su territorio, sino también en creencias, en afectos y en formas de vida; todo esto sin consultarlo previamente. Las resoluciones para Alemania se tomaron en el seno del conflicto entre las potencias más fuertes, Estados Unidos y la Unión Soviética, que se disputaban el poder del mundo a través de una carrera armamentista que preocupaba por la constante amenaza de una guerra nuclear.

Con la construcción del Muro de Berlín, surgieron dos países. En el oeste (República Federal de Alemania) y en el este (República Democrática Alemana), existían sistemas de gobierno, ordenamientos económicos, ejércitos y compromisos de alianzas diferentes. Los ciudadanos de ambos Estados disponían de pasaportes distintos, aunque según la concepción jurídica occidental, todos tenían la misma nacionalidad alemana. Durante la existencia del Muro, que fue de casi cuarenta años, muchas personas intentaron cruzar las fronteras por estar en desacuerdo con el régimen que les había sido impuesto. Los ciudadanos intentaron escapar de muchos modos: a través de túneles o saltando el muro desde ventanas cercanas. Algunos lograron salir, otros fueron encarcelados o murieron en el intento. En la década de los ochenta, la Unión Soviética expresó al mundo el comienzo de sus reformas al régimen socialista, con el canciller soviético Mijail Gorvachev. Ese fue el inicio de una ola de protestas, de movimientos sociales que acabaron por transformar el bloque socialista, hasta casi desaparecerlo. Entre los países que protestaron en contra de su sistema de gobierno, y en contra de la división, estuvo la República Democrática Alemana. En 1989, bajo la presión del mundo, el gobierno aceptó la apertura de fronteras y el derrumbamiento del Muro. Después de varias décadas muchas personas volvieron a ver a su familia, y pudieron por fin, salir de un país que les cerraba la libertad de tránsito. El Muro cayó, sin embargo todo había cambiado.

El estado de división política finalizó el 3 de octubre de 1990 cuando la República Democrática Alemana se incorporó a la República Federal dejando así de existir cuatro décadas después de su fundación.

Derribado el muro de Berlín en 1989, las posturas también se hicieron opuestas en cuanto al futuro de la Alemania reunificada. Las fuentes, que aquí revisaremos, nos hablarán de cómo, tanto en los momentos que antecedieron a la división de Alemania, así como después de la reunificación, ha habido posturas muy diferentes con respecto a las resoluciones tomadas para Alemania.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Orígenes de la Guerra Fría


Conferencia de Yalta

La Conferencia que los "Tres Grandes", Churchill, Roosevelt y Stalin, celebraron en Yalta (Crimea - antigua URSS) del 4 al 11 de febrero de 1945 es posiblemente uno de los hechos diplomáticos más célebres del siglo XX.



Los "Tres Grandes" se reunieron para coordinar sus planes de guerra en un momento en el que las operaciones contra las potencias del Eje habían entrado en un momento decisivo: tras las impresionantes ofensivas del Ejército Rojo en 1944, las tropas soviéticas se hallaban a 70 kilómetros de Berlín. Churchill, Roosevelt y Stalin intentaron llegar a un acuerdo en lo referente al futuro de Europa.

En esta conferencia se acordaron cinco resoluciones principales:

Alemania sería desmilitarizada y dividida en cuatro zonas de ocupación de la URSS, EEUU, Gran Bretaña y Francia.
Se estableció que un tribunal internacional juzgaría a los principales criminales de guerra nazis. Lo que posteriormente llevó a los Juicios de Nüremberg.
Polonia sería "desplazada" hacia el oeste, anexionándose los territorios que Alemania perdía en el oriente.
Por último, se aprobó la denominada Declaración sobre la Europa liberada en la que los "Tres Grandes" se comprometieron a que la reconstrucción de Europa se hiciera por gobiernos ampliamente representativos de todos los elementos no fascistas de cada nación.
La efímera concordia

Después de la II Guerra Mundial el espíritu general de los pueblos europeos era de un profundo anhelo de renovación y justicia social. El triunfo de los laboristas de Atlee en el Reino Unido y el que los comunistas obtuvieran más del 25% de los votos en Francia e Italia o el 38% en Checoslovaquia mostraban a las claras la popularidad de las fuerzas de izquierda que en las zonas ocupadas por los nazis habían llevado el peso de la resistencia.


La Conferencia de Potsdam

Los "Tres Grandes" tras culminar la derrota de la Alemania nazi se reunieron en Potsdam, en las afueras de Berlín, del 17 de julio al 2 de agosto de 1945 para concretar la suerte del vencido.

Pese a la victoria común sobre el Eje y la capitulación incondicional de la Wehrmacht, el 8 de mayo, el ambiente en la conferencia había cambiado con respecto a Yalta, tal como habían cambiado sus protagonistas. Al lado de Stalin, Truman ha sustituido a un presidente Roosevelt que había fallecido unos meses antes y Atlee, el líder británico laborista, sustituye a un Churchill derrotado sorprendentemente en las elecciones generales de 1945.



Los dirigentes de la Gran Alianza acordaron establecer una autoridad suprema interaliada en Alemania en la que el poder real residiría en un Consejo Supremo de Control formado por los comandantes militares de las cuatro zonas de ocupación: americana en el sudoeste, británica al noroeste, francesa en el oeste y soviética al este. Austria también fue dividida en cuatro zonas, así como Berlín y Viena.

Se definió el denominado plan de las "D": desnazificación, desmilitarización, descartelización (abolición de los grandes "carteles" económicos germanos). Este plan debía ser la base de la reconstrucción de Alemania. Todas las organizaciones fascistas debían ser disueltas, la administración depurada y los criminales de guerra castigados en un Tribunal que tendrían como sede Nüremberg, la capital de los grandes congresos nazis. Todas las organizaciones militares y paramilitares debían ser disueltas y desarticulada la industria armamentística, así como los grandes conglomerados industriales.

Los Juicios de Nuremberg

Las potencias vencedoras mantuvieron también por poco tiempo diversas acciones comunes: como por ejemplo la serie de juicios celebrados en Nuremberg, Alemania, en 1945-1946, en los que antiguos líderes nazis fueron acusados y juzgados como criminales de guerra por un Tribunal Militar Internacional. La acusación a la que debieron responder se basaba en cuatro cargos: (1) crímenes contra la paz (planear, instigar y librar guerras de agresión violando los acuerdos y tratados internacionales); (2) crímenes contra la humanidad (exterminio, deportaciones y genocidio); (3) crímenes de guerra (violación de las leyes de guerra), y (4) "haber planeado y conspirado para cometer" los actos criminales anteriormente mencionados.


Tras 216 sesiones, el 1 de octubre de 1946 se emitió el veredicto: tres acusados fueron absueltos (Hjalmar Schacht, Franz von Papen y Hans Fritzsche), cuatro fueron condenados a penas de entre 10 y 20 años de cárcel (Karl Dönitz , Baldur von Schirach, Albert Speer y Konstantin von Neurath), tres fueron condenados a cadena perpetua (Rudolf Hess, Walther Funk y Erich Raeder) y, finalmente, 12 fueron condenados a muerte. Diez de ellos fueron ahorcados el 16 de octubre de 1946 (Hans Frank , Wilhelm Frick , Julius Streicher, Alfred Rosenberg, Ernst Kaltenbrunner , Joachim von Ribbentrop, Fritz Sauckel, Alfred Jodl , Wilhelm Keitel y Arthur Seyss-Inquart).

1946: el creciente enfrentamiento
En febrero de 1946, George Kennan, miembro del Departamento de Estado norteamericano, envió un telegrama a Washington. Este telegrama de dieciséis páginas contenía un análisis provocador: la Unión Soviética era un estado irrevocablemente hostil a Occidente.

El 5 de marzo de ese año, Churchill visitó los EEUU y pronunció un célebre discurso en la universidad de Fulton, en el estado de Missouri. El político británico consagró la expresión "telón de acero" para referirse a las dos europas: la comunista y la capitalista.

El año 1946 supuso el fin del entendimiento entre los aliados. Aunque los partidos comunistas occidentales participaban aún en gabinetes de coalición en países como Francia y como Italia, dos cruentas guerras civiles enfrentaban a comunistas y conservadores en Grecia y China, y la tensión entre las administraciones de ocupación occidentales y soviética en Alemania era creciente.


La Doctrina Truman
En febrero de 1947 una alarmante nota del gobierno británico llegó a Washington. En ella se informaba a Truman y a su nuevo Secretario de Estado, George Marshall, de que el gobierno de Londres era incapaz de continuar apoyando al gobierno conservador de Atenas en su lucha contra las guerrillas comunistas griegas. También comunicaba que la nota que Gran Bretaña era incapaz de seguir ayudando financieramente a Turquía.

Los norteamericanos reaccionaron y optan por intervenir activamente en el sur y oeste del continente para proteger sus intereses económicos y estratégicos. En un discurso pronunciado el 12 de marzo en el Congreso, Truman no solo demandó la aprobación de una ayuda de 400 millones de dólares para Grecia y Turquía, sino que se sentó una verdadera doctrina de política exterior, la Doctrina Truman. Afirmando que EEUU ayudaría a cualquier gobierno que hiciera frente a la amenaza comunista, el presidente norteamericano proclama la voluntad de su país de aplicar una política de contención del comunismo ("containment").

Esta nueva voluntad estadounidense tenía su principal interés en Europa occidental. Francia e Italia tenían partidos comunistas con una gran masa social que podrían ser la base de la expansión comunista al occidente del continente. El miedo de los grandes empresarios europeos provocó la expulsión y censura de los ministros comunistas que participaban en gobiernos de coalición en París, Roma y Bruselas en el período de marzo a mayo de 1947.

El Plan Marshall

Esta medida no era, sin embargo, suficiente. Para contener al comunismo era necesario imponer las condiciones económicas que impidieran su expansión y de paso EEUU se aseguraría el mercado europeo. Así, el 5 de junio de 1947 en un discurso en la universidad de Harvard, el secretario de estado, George Marshall, anunció el Programa de Recuperación Europeo (European Recovery Program), conocido popularmente como el Plan Marshall.

Se trataba de un masivo programa de apoyo económico para Europa, aunque el Plan servía claramente a los intereses económicos y estratégicos de EEUU. Washington ofreció el apoyo a todos los países europeos, aunque determinó que para recibirla era necesario crear mecanismos de comercio con EEUU.

A la vez que EEUU lanzaba estaba masiva operación, la administración de Truman creó los instrumentos institucionales de la guerra fría al aprobar en julio de 1947 la Ley de Seguridad Nacional por la que se creaban la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional.

La Kominform

La URSS reaccionó en septiembre de 1947 creando la Kominform (Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros). Este organismo tenía como finalidad coordinar y armonizar las políticas de los partidos comunistas europeos. Se trataba de aglutinar bajo unas directrices comunes de actuación al bloque soviético en los inicios de la guerra fría. Las líneas esenciales de actuación de la nueva organización se basaban en el intercambio de información y experiencias, en la coordinación de actuaciones y en la ayuda mutua entre los partidos comunistas.

Además, en la reunión constitutiva de la Kominform, el representante soviético, Andrei Jdanov, emite lo que se ha venido en conocer como la Doctrina Jdanov: en ella se constata la división del mundo en dos bloques y la necesidad de que los países de lo que el denominó el campo antifascista y democrático siguieran el liderazgo de Moscú.

CAME (COMECON en inglés)

Creado en 1949, el Consejo de Asistencia Mutua Económica (CAME) fue la organización económica formada en torno a la Unión Soviética por los demás paises socialistas y cuyos objetivos eran el fomento de las relaciones comerciales entre los estados miembros en un intento de contrapesar a los organismos económicos internacionales de economía occidental, así como presentar una alternativa al denominado Plan Marshall desarrollado por Estados Unidos tras la II Guerra Mundial.



Los miembros de la CAME fueron: Albania, República Democrática Alemana, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Mongolia, Polonia, Rumanía y la Unión Soviética. A ellos se unió más tarde Cuba y Vietnam. Como miembro asociado estaba Yugoslavia y como observadores se fueron uniendo Afganistán, Angola, Etiopía, Laos, México, Mozambique, Nicaragua y Yemen del Sur. Albania abandonó la CAME en 1968.

Los miembros de la CAME dividieron el trabajo entre los distintos países, creando zonas productoras especializadas en las actividades y recursos en los que estuviera mejor dotados cada país miembro. Su fase de mayor expansión internacional coincidió con los años 1970s donde controlaba el flujo del 25% del tráfico mundial de mercancías. El 28 de junio de 1991, cuando se disolvió, apenas representaba el 6%.

El fin de la Guerra Fría


La muerte de Breznev a los 76 años en 1982 le sucedió Yuri Andropov, de 68 años, que murió dos años después en 1984. A Andropov le vino a sustituir Chernenko, que murió un año después en 1985.

El 11 de marzo de 1985, Mijaíl Gorbachov era elegido Secretario General del PCUS. La llegada de este dirigente al Kremlin fue el elemento clave que desencadenó un rápido proceso que acabó con el bloque comunista. Para aplicar las reformas de la perestroika, Gorbachov necesitaba una nueva política exterior que pusiera fin a la carrera armamentística acentuada bajo la presidencia de Reagan. Esta nueva actitud de Moscú implicó el fin de las tensiones del período anterior. No obstante, fue el fracaso de las reformas de Gorbachov en su país las que llevaron al colapso del bloque soviético y al fin de la URSS. La guerra fría terminaba por la implosión intencionada de uno de sus contendientes.

El "pensamiento político" de Gorbachov
Mijaíl Gorbachov fue nombrado Secretario General del PCUS el 11 de marzo de 1985. La situación a la que se enfrentaba el nuevo líder del Kremlin era de estancamiento económico y una sociedad con un elevado grado de alcoholismo.

Con un gasto de defensa que, según las fuentes, oscilaba entre el 16 y el 28% de su presupuesto, la URSS necesitaba urgentemente reducir sus gastos militares y enfocar sus inversiones a la economía soviética.


La reforma en la política exterior llegó antes que la perestroika (reestructuración) o la glasnost (transparencia) en la política interna. En julio de 1985, el ministro de asuntos exteriores soviético Andrei Gromiko fue sustituido por Eduard Shevarnadze. En octubre, el telegénico Gorbachov iniciaba lo que algunos denominaron una "ofensiva de encanto" visitando diversas capitales occidentales. En su primer encuentro con el presidente Reagan en Ginebra en noviembre de 1985, el líder soviético planteó la necesidad de la distensión y de la reducción de armamentos nucleares.

La tendencia apuntada por Gorbachov desde el inicio de su mandato se vio acrecentada por una serie de acontecimientos:

La catástrofe nuclear de Chernobil en Ucrania el 26 de abril de 1986 que provocó un escape radioactivo y obligó a la evacuación de más de medio millón de personas.
La decepción en la guerra de Afganistán.
Estos ejemplos de crisis tuvieron una resonancia multiplicada en la opinión pública soviética por la nueva política de glasnost impulsada por Gorbachov.
El fin del bloque comunista

La perestroika y la glasnost tuvieron una inmediata consecuencia en los estados satélite de la Europa del Este. La forma en que Gorbachov puso en marcha el desmoronamiento del bloque soviético fue simple: no hacer nada para ayudar los regímenes del Este europeo.

Polonia

Polonia fue el país que inició el proceso separatista. El gobierno comunista, dirigido por Jaruselzski, negoció con el sindicato Solidaridad de Lech Walesa. Los acuerdos de abril de 1989 significaron la apertura de un proceso de transición democrática.

Hungría

En Hungría en la primavera de 1989 se estableció el multipartidismo y en octubre de ese año el Partido Socialista Obrero Húngaro (nombre oficial del partido comunista) se disolvía y se aprobaba una nueva constitución.

República Democrática de Alemania

En la Alemania Oriental El líder de la RDA, Eric Honnecker, fue sustituido por un comunista reformista, Egon Krenz, quién tomó la histórica decisión de abrir el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.


Este acontecimiento abrió un rápido proceso de negociación entre las cuatro potencias vencedoras de la II Guerra Mundial y la RFA, dirigida por un canciller, Helmut Kohl, que era muy consciente de la oportunidad histórica que se le abría a Alemania. Finalmente el denominado Acuerdo 4+2 (EEUU, Reino Unido, Francia y la URSS más la RFA y la RDA) posibilitó la reunificación de Alemania el 3 de octubre de 1990. Esta reunificación fue más bien una absorción de la antigua Alemania comunista por la República Federal de Alemania: a cambio de un compromiso de limitación del poder militar alemán y del no estacionamiento de tropas de la OTAN en el territorio de la antigua RDA, la Alemania reunificada siguió siendo miembro de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea.

Checoslovaquia

La denominada "Revolución de Terciopelo" llevó a finales de 1989 a la presidencia de la Asamblea legislativa al héroe de la Primavera de Praga, Alexander Dubcek, y a la jefatura del gobierno a Vaclav Havel.

Bulgaria

Un golpe dentro de la dirección del partido comunista, alentado por Gorbachov, derrocó al líder Todor Yivkov y llevó al poder a Petar Mladenov, un comunista reformista.

Rumanía

El 21 de diciembre Nicolae Ceaucescu y su mujer Elena fueron apresados, juzgados sumariamente y ejecutados el 25 de diciembre.

La revolución rumana, que causó cerca de dos mil víctimas, puso fin al ciclo revolucionario de 1989 en la Europa oriental.

Albania

En la pequeña Albania hubo que esperar un año más para que el régimen instaurado por Enver Hoxha terminara cayendo.

El fin de la Unión Soviética
La guerra fría terminó por la implosión de uno de sus contendientes. El proceso de reformas iniciado por Gorbachov en 1985 provocó la autodestrucción del sistema, siendo el nacionalismo el factor incontenible de disgregación del estado soviético.

Cuando en febrero de 1990 se convocaron elecciones pluralistas en Lituania, Letonia, Estonia y Moldavia ganaban las fuerzas políticas nacionalistas. Lituania declaró inmediatamente su independencia, sentando un precedente para las demás repúblicas que constituían la URSS.

El sector duro del PCUS, en el que se encontraban muchos de los altos cargos del gobierno, dio un golpe de Estado en agosto de 1991, mantuvo a Gorbachov bajo arresto domiciliario e intentó reinstaurar el control. En tres días los reformistas encabezados por Borís Yeltsin detuvieron el golpe y comenzaron a desmantelar el aparato del partido. Con la URSS al borde del colapso, el Congreso de Diputados del Pueblo acordó el 5 de septiembre establecer un gobierno provisional en el que el Consejo de Estado, encabezado por Gorbachov y compuesto por los presidentes de las repúblicas participantes, ejercería poderes de emergencia. Al día siguiente, el Consejo reconoció la independencia de Lituania, Estonia y Letonia.

La creciente influencia de Yeltsin acabó con la de Gorbachov, y el gobierno de la Federación Rusa asumió los poderes que había ejercido el desaparecido gobierno soviético. El 21 de diciembre de 1991 la URSS dejó formalmente de existir. Once de las doce repúblicas que habían permanecido casi hasta el final integrando el Estado soviético (Georgia había declarado su independencia en abril de ese año), Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguizistán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Ucrania y Uzbekistán; acordaron crear la llamada, de forma imprecisa, Comunidad de Estados Independientes (CEI). Gorbachov dimitió el 25 de diciembre y al día siguiente el Congreso de Diputados del Pueblo proclamó la disolución de la URSS.

El fin de la guerra fría y sus repercusiones en el mundo
La desmembración de la URSS dejó a EEUU como la única superpotencia mundial. En adelante, Washington podrá ejercer el papel de "gendarme mundial" sin miedo a la concurrencia de otra superpotencia.

La guerra del Golfo (1990-1991)

Cuando Saddam Hussein invadió el 2 de agosto de 1990 el pequeño estado de Kuwait para tratar de paliar las enormes pérdidas ocasionadas por la guerra que había enfrentado a Irak con Irán no tuvo en cuenta la nueva situación creada con el fin de la guerra fría.

La ONU -siguiendo las propuestas de EEUU- condenó la agresión, decidió sanciones económicas y, finalmente, autorizó la intervención militar. Así, el presidente Bush pudo articular una gran coalición internacional. Además de sus aliados tradicionales en la OTAN, la URSS y los nuevos regímenes de Europa oriental, Egipto y una mayoría de los países árabes, Japón y los nuevos países industrializados de Asia buscaron la alianza y la amistad con la superpotencia.

El desenlace la guerra era previsible. Saddam Hussein apenas pudo lanzar algún misil Scud sobre Israel, en su mayoría interceptados por los antimisiles norteamericanos Patriot. Tras un intensísimo bombardeo iniciado el 15 de enero de 1991 cuando concluía el ultimátum lanzado por la ONU, las tropas de la coalición liberaron con gran facilidad el territorio kuwaití. Para la sorpresa de muchos, las tropas norteamericanas no continuaron su camino hacia Bagdad y permitieron que Saddam continuara en el poder. El 28 de febrero se acordó un alto el fuego en un conflicto inacabado que no iba a concluir aquí.

Europa
En nuestro continente el fin de la guerra fría provocó básicamente dos reacciones contrapuestas:

En occidente se acentuaron los procesos de integración. Tras la firma del Acta Única en 1986, los doce países asociados en la Comunidad Económica Europea firmaron el Tratado de Maastricht de 1992 que daba nacimiento a la Unión Europea. Tres años después la Unión se ampliaba a Suecia, Finlandia y Austria.
Mientras en la Europa central y oriental, el fin de los sistemas socialistas y de la URSS abrió un período de disgregación política. En algún caso fue un proceso pacífico como el "divorcio amistoso" entre la República Checa y Eslovaquia en 1993, en el caso de Yugoslavia abrió un proceso desgarrador que trajo de nuevo la guerra a Europa tras un período de paz iniciado en 1945. La caída del régimen comunista organizado por Tito despertó los enfrentamientos nacionalistas entre los pueblos de la Federación Yugoslava.

El Período de Entreguerras (1919-1939)


Los primeros años de la posguerra estuvieron marcados por la dificultosa aplicación de los tratados de paz de 1919. Sin embargo, la segunda mitad de los años veinte abrió un período de concordia internacional que ilusionó a los contemporáneos. La depresión de 1929 y el ascenso de Hitler al poder demostraron el carácter efímero de este tiempo de armonía. Los años treinta prepararon el camino a una segunda y aun más destructiva conflagración mundial.

Los problemas de la posguerra (1919-1923)

Los tratados firmados tras la Conferencia de París no sirvieron para crear un marco de estabilidad internacional. En un contexto de graves dificultades económicas, la situación política mundial se caracterizó por la existencia de múltiples conflictos pendientes, la dificultad en la aplicación de los tratados y la segura aparición de importantes tensiones internacionales.

El nacimiento de la Sociedad de Naciones
La Sociedad de Naciones, el sueño del presidente norteamericano, Woodrow Wilson, nació en la Conferencia de París. Por primera vez en la historia se concretaba algo que muchos pensadores anteriores habían anhelado: una suerte de gran instancia internacional en la que se discutieran los grandes problemas y se solventaran pacíficamente los conflictos. Por fin, los principales países del planeta se habían puesto de acuerdo para crear una Sociedad que tuviera como fin resolver los contenciosos entre los estados.





Muy pronto, sin embargo, se vino abajo el sueño. La Sociedad de Naciones tomó pronto el aspecto de una sociedad de vencedores: a la negativa a aceptar el ingreso de Alemania y la Rusia soviética, se le unió la renuncia norteamericana a participar en el gran proyecto que había diseñado su presidente. Sólo Gran Bretaña y Francia se mantuvieron en una asociación que se reveló como inoperante. La ausencia de potencias clave en el concierto mundial y la carencia de medios militares y económicos para hacer aplicar sus resoluciones nos explican la escasa incidencia de la labor de la Sociedad de Naciones en las relaciones internacionales.

Las tensiones en los territorios del antiguo Imperio Austro-Húngaro

La ruptura y desintegración del más antiguo imperio europeo tenía que venir acompañada de fuertes tensiones entre los países que heredaron su territorio. Veamos, sin ánimo exhaustivo, algunos ejemplos.

La pugna italo-yugoslava por los territorios del norte del Adriático

Es un buen ejemplo para mostrar la enredada madeja de compromisos previos y principios políticos generales en la que se basó el debate en la Conferencia de París. En el Tratado de Londres (1915) a Italia se le había prometido la anexión de la península de Istria, al norte del Adriático. Estas pretensiones, sin embargo, chocaban con el respeto al principio de las nacionalidades defendido por Wilson. El presidente norteamericano, con el apoyo de las autoridades yugoslavas, propuso una línea fronteriza, la línea Wilson, que dejaba todo el sureste de Istria en manos de Belgrado.

La indignación que despertó en Italia la nueva situación llevó a que la delegación transalpina abandonara la Conferencia de París durante dos semanas (del 24 de abril al 7 de mayo de 1919). El 12 de septiembre, complicando aún más la situación, el poeta nacionalista italiano Gabriele D'Annunzio ocupaba con un grupo de voluntarios el puerto de Fiume (actual ciudad de Rijeka en Croacia).

La complicada situación se resolvió finalmente con la firma del Tratado de Rapallo (1920). Ni los italianos, que renunciaban a la anhelada región de Dalmacia continental, ni los yugoslavos, que veían la nueva frontera entre ambos estados desplazado al este de la Línea Wilson, salieron contentos del arreglo. D'Annunzio fue finalmente desalojado del Fiume por tropas italianas que ocuparon la ciudad. Fiume fue declarada ciudad independiente.

Esta crisis mostró claramente el descontento nacionalista que se desarrolló en Italia tras el conflicto. Apoyándose en este sentimiento, Benito Mussolini lanzará su desafío al estado liberal italiano y alcanzará el poder en 1922. Bajo la presión del gobierno fascista, Yugoslavia cedió finalmente reconociendo la soberanía italiana en Fiume. Un nuevo tratado italo-yugoslavo se firmó en Roma en 1924.

La lucha entre Polonia y Checoslovaquia por el territorio de Teschen

Rica región industrial, Teschen enfrentó a los nuevos estados polaco y checoslovaco tras la primera guerra mundial. Los polacos reclamaron el territorio basándose en el principio de las nacionalidades (55% de polacos, 27% de checos y 18% de alemanes), mientras que el gobierno de Praga basó su reivindicación en la pertenencia histórica del territorio a Bohemia.

En noviembre de 1919, los ejércitos de ambos países entraron en el territorio, procediéndose a una división provisional que favoreció a Checoslovaquia y que terminó por hacerse definitiva.

La cuestión húngara

Hungría fue, sin lugar a dudas, uno de los grandes perdedores de la Gran Guerra. Proclamada la república de Hungría, el 16 de noviembre de 1918, dos tercios del territorio húngaro fueron ocupados por tropas serbias, checas y rumanas. El caos de la derrota propició la efímera revolución comunista de Béla Kun (marzo 1918). El terror implantado por la república soviética provocó el antagonismo de gran parte de la población. Finalmente, el 4 de agosto, Béla Kun y sus seguidores abandonaron Budapest ante la llegada de un ejército rumano, que ocupó la ciudad dos días más tarde. Las presiones aliadas consiguieron que los rumanos abandonaran la capital y finalmente se instituyó un gobierno dirigido por el almirante Miklós Horthy, quién se vió forzado a firmar el durísimo Tratado de Trianon en junio de 1920. Hungría quedó reducida a un pequeño estado de 92.000 kilómetros cuadrados y millones de húngaros quedaron fuera de sus fronteras en Checoslovaquia, la Transilvania rumana o Yugoslavia.



El gobierno de Horthy intentó restaurar como Rey de Hungría al antiguo emperador Carlos Habsburgo a la vez que trataba de conseguir una revisión de las fronteras establecidas en el Tratado de Trianon. La reacción de los países afectados fue inmediata: en agosto de 1920 se constituyó la Pequeña Entente. Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania firmaron un pacto defensivo contra las aspiraciones húngaras de revisar los tratados de paz. Tras algunas dudas, Francia brindó su apoyo a la nueva alianza.

La política de alianzas de Francia e Italia en la Europa central
Francia, siempre ante la perspectiva de la amenaza alemana, buscó establecer una red de alianzas con los nuevos países surgidos entre Alemania y Rusia. Se trataba de buscar aliados que rodearan a una Alemania que ansiaba revisar el Tratado de Versalles. Es evidente que la gran alianza franco-rusa de 1893 estaba implícita en las maniobras de la diplomacia gala. No obstante, Francia pronto se apercibió de que había dos grandes diferencias con respecto a las alianzas previas a la Gran Guerra: por un lado, ninguno de los nuevos países tenía un potencia comparable a Rusia, por otro, estos nuevos países estaban enfrentados entre sí por múltiples conflictos de tipo nacionalista.

Pese a todas las dificultades, Francia, por medio de su ministro de asuntos exteriores, Berthelot, firmó un tratado de alianza con la Polonia de Pilsudski en 1921. La alianza implicaba un tratado secreto militar contra Alemania. En 1924, el gobierno francés amplió sus alianzas a Checoslovaquia, lo que indirectamente le ligaba a la Pequeña Entente nacida en 1920. Pese a sus intentos de conciliar a sus dos nuevos aliados, el conflicto de Teschen impidió una alianza entre Varsovia y Praga.

Mientras tanto, Italia vencedora en la guerra pero descontenta con los tratados, establece una red de acuerdos diplomáticos con los países de la Europa danubiana perdedores en la guerra y descontentos con el "statu quo". Roma firma acuerdos con Hungría, Austria, Bulgaria y Albania.

Podríamos resumir la situación de la siguiente manera: mientras que Gran Bretaña se mantiene al margen de estas alianzas orientales en las que no tiene ningún interés especial, Francia, buscando mayor seguridad contra Alemania, busca aliados entre los países satisfechos con la nueva situación creada tras la guerra. Por el contrario, Italia, quejosa por la situación surgida de la Conferencia de París, trató de establecer acuerdos con los países descontentos.

El problema de las indemnizaciones: el plan Dawes

A principios de 1924, todas las grandes potencias buscaban un acuerdo que permitiera alcanzar la estabilidad monetaria internacional. Gran Bretaña trataba de restablecer el patrón-oro, Estados Unidos necesitaba estabilidad monetaria para colocar en Europa sus excedentes financieros, Alemania necesitaba absolutamente préstamos internacionales para tratar de asentar su nueva moneda, el Rentenmark, que acababa de sustituir a un marco sin valor alguno, y, por último, Francia debía tomar medidas para salvar al franco, muy debilitado tras la invasión del Ruhr.

Los países anglosajones, Gran Bretaña y especialmente la gran potencia estadounidense, van a intervenir forzando a Francia y a Alemania a la negociación. Francia ya no tenía fuerzas para continuar con su política de ejecución de los tratados. Para muchos historiadores nos hallamos en un momento clave: en adelante Francia inicia una política exterior de subordinación a Gran Bretaña, consciente de su debilidad y de que la recuperación económica llevará a Alemania a constituirse de nuevo en una enorme amenaza, el gobierno de París inicia un periodo de subordinación a la política de Londres. Esta nueva postura, como veremos, será clave para entender las políticas aplicadas en los años treinta ante la creciente amenaza hitleriana.

En el verano de 1924 se reunió la Conferencia de Londres con el objetivo de aplicar el denominado Plan Dawes. El plan, redactado por un comité presidido por el financiero norteamericano Charles Dawes, significó esencialmente una notable reducción del volumen total de las deudas alemanas y un importante flujo de inversiones norteamericanas en Alemania con el objetivo de reflotar la economía germana. Se trataba básicamente de poner de nuevo en funcionamiento el sistema financiero mundial: los norteamericanos prestaban e invertían en Alemania, para que su renacida economía fuera capaz de cumplir con la obligación de las reparaciones y, así, los países europeos de la Entente (Francia, Italia, Gran Bretaña) pudieran pagar las deudas adquiridas con EE.UU. durante el conflicto.

La economía europea recibió alborozada el nuevo ambiente de concordia y colaboración. A partir de 1924 se inicia un corto periodo de bonanza económica. La euforia económica tuvo su correspondiente euforia política.

El Tratado de Locarno
La propuesta de Gustav Stresemann en febrero de 1925 de llegar a un reconocimiento legal de las fronteras occidentales establecidas en el Tratado de Versalles, encontró una rápida respuesta de Aristide Briand, recién nombrado ministro de asuntos exteriores en París. Las negociaciones iniciadas culminaron con la reunión de los representantes de las grandes potencias en la ciudad suiza de Locarno durante el mes de octubre de 1925. Gustav Stresemann por Alemania, Aristide Briand por Francia, Austen Chamberlain por Gran Bretaña, Benito Mussolini por Italia y Émile Vandervelde representando a Bélgica debatieron los grandes temas que afectaban a la seguridad europea.

Los Tratados de Locarno fueron finalmente ratificados y firmados en Londres en diciembre de 1925.

El principal de los tratados firmados en Locarno es el pacto de garantía mutua de las fronteras occidentales de Alemania, incluyendo la zona desmilitarizada de Renania. Alemania, por primera vez, aceptaba de iure sus fronteras con Francia y Bélgica aprobadas en Versalles. Los tres países interesados firmaron el tratado, junto al Reino Unido e Italia que harían el papel de garantes del tratado.

La gran debilidad de los Tratados de Locarno fue que Alemania no quiso ni oír hablar de firmar pactos similares con respecto a sus fronteras orientales. Alemania nunca reconoció sus nuevas fronteras con Polonia y Checoslovaquia, y, allí, efectivamente se inició la crisis que llevó a la segunda guerra mundial.

Pese a todo, Locarno marcó el inicio de un nuevo período de distensión, lo que los historiadores han denominado la era Briand-Stresemann, por el papel clave que jugaron los jefes de las diplomacias francesa y alemana en los años subsiguientes. Un nuevo espíritu de concordia, el espíritu de Locarno, dominó la escena internacional hasta la llegada de la depresión económica en 1929.

La era Briand-Stresemann
El primer gran acto de este periodo es el ingreso de Alemania en la Sociedad de Naciones. La emotiva sesión de la Sociedad en Ginebra tuvo una gran resonancia internacional. Briand dio la bienvenida a su colega germano y Stresemann respondió con un discurso en el que exclamó: "¡Abajo los fusiles, las ametralladoras y los cañones! ¡Paso a la conciliación, al arbitraje y a la paz!". El ingreso de Alemania, además de dar mayor credibilidad a la Sociedad de Naciones, significaba el reconocimiento del status de gran potencia al país germano.

En este nuevo ambiente internacional, en 1927 Briand entró en contacto con su colega norteamericano Frank Kellogg, de estos contactos nació el denominado Pacto Briand-Kellogg, firmado solemnemente en agosto de 1927. Este acuerdo, que no tenía importante contenido real, tenía, sin embargo, un importante valor simbólico y ejemplificador: Francia y EE.UU. renunciaban a la guerra como medio para solucionar cualquier diferencia entre ambos países. París y Washington invitaban a los demás estados a adherirse a este pacto que declaraba ilegítima a la guerra. En 1929, más de 60 países, entre ellos Alemania, habían firmado el pacto.

Briand, que había tomado contacto con el conde Coudenhove-Kalergi, líder del movimiento Paneuropa, pronunció en septiembre de 1929 un discurso en la Asamblea General de la Sociedad de Naciones en el que proclamaba la necesidad de constituir una Unión Europea. Este es uno de los últimos momentos del espíritu de Locarno, el estallido de la crisis económica hizo que la propuesta de Briand cayera en el vacío. Al año siguiente, en septiembre de 1930, el ambiente internacional era muy diferente y la propuesta de Briand fue retirada.

Stresemann, mientras tanto, llevaba a cabo una decidida política de revisión del Tratado de Versalles. Fortalecida en su posición internacional, contando con la comprensión de los países anglosajones y con una economía en crecimiento, Alemania tenía cada vez más poder para incidir en las grandes decisiones internacionales. Fruto de la labor diplomática de Stresemann fueron la evacuación de las tropas aliadas que aún quedaban en Renania en 1930 (cinco años antes de lo estipulado en el Tratado de Versalles) y una nueva renegociación del pago de las reparaciones, concretada en llamado Plan Young de 1929. En este nuevo arreglo, en el que se reducía el monto total de las reparaciones, se preveía que Alemania pagara indemnizaciones a los vencedores ¡hasta 1988!

La depresión económica que estaba a punto de estallar al otro lado del Atlántico vino a poner fin no solo a las previsiones del Plan Young sino también al corto periodo de concordia internacional que había disfrutado el mundo.

Los últimos momentos de concordia: la evacuación de Renania y el Sarre
Como ocurre en muchos otros periodos históricos, no es fácil establecer claramente las etapas en que podemos dividir la evolución histórica. No se pasó evidentemente en un día del Espíritu de Locarno a la infernal dinámica que llevó a septiembre de 1939. Pero, ¿dónde poner los límites a ese corto periodo de transición de la concordia al inicio del camino hacia la guerra? ¿En la Moratoria Hoover de 1931 o la Conferencia de Lausana de 1932 que ponían prácticamente fin al pago de reparaciones alemanas? ¿En la invasión japonesa de Manchuria en 1931? ¿En el fin de todo tipo solidaridad económica en la Conferencia Económica Internacional?.¿En el fracaso de la Conferencia Internacional de Desarme en 1933?.¿En el establecimiento del servicio militar obligatorio en Alemania en 1935?.

Me he inclinado por el año 1933 como el año clave que marca un antes y un después. Entre todos los graves acontecimientos de ese año hay uno que claramente destaca y lo singulariza como un año trágico: el ascenso de Hitler a la cancillería alemana el 30 de enero de aquel año.

Cuando el 17 de mayo de 1930 se firma el protocolo definitivo del Plan Young está teniendo lugar uno de los últimos momentos de concordia en Europa. Inmediatamente Edouard Herriot, el primer ministro francés, ordena la evacuación de las últimas tropas de ocupación en Renania. En diciembre las tropas francesas abandonan la región del Sarre, zona que, sin embargo, continuó bajo la administración económica francesa hasta 1935.

Estas medidas no pueden ocultar el rápido enfriamiento de las relaciones franco-alemanas. La muerte de Gustav Stresemann, el 3 de octubre de 1929, distanció más a dos países que ya en aquel momento se miraban con creciente recelo. La repercusión de la crisis de 1929, especialmente virulenta en Alemania, puso fin definitivo al edificio diplomático construido en los efímeros años de concordia. La trayectoria de Aristide Briand es una clara muestra del dramático cambio que vivía Europa: duramente derrotado en las elecciones presidenciales de 1931, abandonó la política y murió en marzo de 1932. Los tiempos no estaban para concordia ni para proyectos de unidad europea. Eran tiempos de nacionalismo y de soluciones violentas.

La repercusión de la crisis económica: el fracaso de la Conferencia Económica Internacional
La devastadora crisis iniciada en EE.UU. en 1929 arrasó cualquier idea de cooperación y solidaridad económica. Las grandes potencias se embarcaron en políticas económicas basadas en la elevación de aranceles para limitar las importaciones y en la devaluación de las monedas para facilitar las exportaciones. Estas políticas de nacionalismo económico se daban en un marco de desorden monetario general.



El último intento de conciliación tuvo lugar en la Conferencia Económica Internacional que tuvo lugar en Londres en julio de 1933. Su fracaso fue rotundo, a partir de ahí el sálvese quien pueda fue la regla general. Las posturas insolidarias se generalizaron en todas los países y desde todas las perspectivas ideológicas. Gran Bretaña se replegó en el Imperio adoptando una política de preferencia imperial y poniendo fin a una larga tradición librecambista, el New Deal de Roosevelt tenía una clara tendencia aislacionista, y, lo que era más grave, en Alemania, duramente golpeada por la depresión, se impuso una política de autarquía y rearme.

La fallida Conferencia Internacional de Desarme
En un claro ambiente de creciente insolidaridad se reunión en Ginebra en febrero de 1932 una Conferencia en la que estaban representados 62 países. Alemania desde un principio exigió la igualdad de derechos con las demás potencias y la reducción de armamentos de los demás países al mismo nivel que el Tratado de Versalles le había impuesto a ella. Los países anglosajones, mientras tanto, parecían más preocupados por la posible hegemonía francesa que por el posible rearme alemán. La URSS, mientras tanto, pedían un desarme total e inmediato.

En este ambiente caótico se discutieron diversos planes contrapuestos. Alemania, cada vez más exigente, se retiró y volvió a las negociaciones. Mientras tanto, el 30 de enero de 1933, Hitler era nombrado canciller: el 14 de octubre, Alemania abandonó la Conferencia de Desarme y pocos días después la Sociedad de Naciones. En adelante, la perspectiva de la guerra se fue haciendo cada vez más nítida en las cancillerías europeas.

El expansionismo japonés: la ocupación de Manchuria (1931)
En 1931 tiene lugar la primera de la serie de crisis que jalonan el camino hacia la segunda guerra mundial. Japón, con viejas aspiraciones expansionistas en el Extremo Oriente, vio como la crisis económica le golpeaba de una forma importante. Un país superpoblado y con escasas materias primas sufrió especialmente la contracción del comercio mundial.

El nacionalismo agresivo y expansionista se convirtió en la corriente ideológica imperante en el archipiélago, muy especialmente en el Ejército. Desde 1930, el gabinete ultranacionalista de Inukai Tsuyoshi puso sus ojos en China, un enorme país debilitado por una larga guerra civil. Así, aprovechando un incidente menor, el ejército japonés en el otoño de 1931 procedió a invadir la región norteña china de Manchuria.

La reacción china fue inmediata y apeló a la Sociedad de Naciones. Esta formó una Comisión, presidida por el británico Lord Lytton, que, de forma muy conciliadora con los intereses japoneses, procedió a estudiar la situación. Sin embargo, el gobierno de Tokyo continuó con una política de hechos consumados: en marzo de 1932, decretó la independencia de Manchuria con el nombre de Manchukuo y estableció gobierno títere del emperador Pu-Yi, antiguo emperador chino destronado en 1912.

La tibia reacción de la Sociedad de Naciones no impidió que, en marzo de 1933, Japón abandonara la organización con sede en Ginebra. Muy pronto le seguiría la Alemania de Hitler. En adelante, la Sociedad creada en 1919, recién acabada la guerra que pondría fin a todas las guerras se reveló como un organismo inoperante. La crisis de Abisinia en 1935-1936 significará su fin definitivo.

La ocupación japonesa de Manchuria cambió el equilibrio de poder en el Pacífico. Japón se liberó de las restricciones acordadas en la Conferencia de Washington en 1922 y se colocó en una posición estratégica favorable para una ulterior guerra contra China.

La política germana (1931-1935)
El impacto de la depresión y la muerte de Stresemann provocaron en Alemania un claro endurecimiento en sus posiciones exteriores, perceptible antes de la llegada al poder del nacionalsocialismo. El decidido propósito de acabar con el pago de las reparaciones, alcanzado tras la Moratoria Hoover y la Conferencia de Lausana; el proyecto de unión aduanera con Austria, frenado por la acción conjunta franco-británica; y la exigencia de igualdad de derechos con las demás potencias en el terreno armamentístico marcan la política iniciada por el canciller Brüning en 1930.

La llegada de Adolf Hitler a la cancillería trajo, no obstante, un nueva política exterior que, más allá de los bandazos tácticos del Führer, reflejaba las ideas expansionistas y militaristas expresadas por el dictador nazi en su Mein Kampf. Hitler tenía como objetivo central destruir el orden de Versalles, y para ello se planteó dos metas inmediatas: crear unas fuerzas armadas poderosas y anexionar al Reich los territorios fuera de él habitados por población germana.



El abandono de la Conferencia de Desarme y de la Sociedad de Naciones en 1933 fueron las primeras actuaciones de la nueva política exterior de Alemania. A la vez, aunque aún de forma muy prudente, Hitler inicia el rearme clandestino.

Hitler, sin embargo, no podía ser muy agresivo en sus primeros momentos en la cancillería. Necesitaba ante todo asentar su poder en Alemania. Así, su primera jugada diplomática fue moderada y hábil. En enero de 1934, Alemania y Polonia, representada por su ministro de exteriores Josef Beck, firmaron un pacto de no agresión. Ambos países, afirmaba el tratado, iniciaban una nueva etapa política basada en los principios del Pacto Briand-Kellogg y en la exclusión de las medidas de fuerza para resolver sus problemas. Fue una maniobra hábil del que aún era menospreciado en muchas cancillerías europeas: Hitler consiguió debilitar los lazos de Francia con Polonia y, a la vez, se cuidó muy mucho de reconocer las fronteras orientales del Reich.

El momento más grave de esta primera fase de la política exterior hitleriana tuvo lugar en Austria. El canciler austríaco, el conservador Dollfuss, que pocos meses antes había aplastado a los socialdemócratas en Viena, fue asesinado en un intento de golpe de estado nazi en octubre de 1934. Mussolini, que aspiraba a que Austria fuera un estado bajo la influencia italiana, reaccionó inmediatamente y envió tropas a la frontera italo-austríaca del Brennero. El golpe nazi fracasó y un nuevo canciller, Schusnigg, llegó al poder en Viena. Pese a las protestas del gobierno Berlín, que afirma desconocer totalmente la actuación de sus correligionarios austríacos, las relaciones entre Mussolini y Hitler se deterioraron de forma importante. El dictador alemán se dio cuenta de las dificultades de llevar a cabo el Anschluss contra la opinión de Mussolini.

El año de 1935 trajo dos hechos destacables. En primer lugar, cumpliendo lo estipulado en el Tratado de Versalles, se celebró un plebiscito en el territorio del Sarre, hasta ese momento administrado y explotado por Francia. La abrumadora victoria de las posiciones partidarias del retorno al Reich alemán, más del 90% de los sufragios emitidos, reforzó la política nacionalista de Hitler. El segundo paso fue mucho más trascendente, Hitler, tomando como pretexto la prolongación de la duración del servicio militar en Francia, anunció el restablecimiento del servicio militar obligatorio en Alemania.

La reacción diplomática francesa (1934-1935)
Francia era evidentemente el país más amenazado por la política revisionista de Hitler. Tras el abandono alemán de la Conferencia de Desarme y la evidencia del rearme germano, el 17 de abril de 1934, el gobierno de París publicó una nota diplomática denunciando el rearme alemán y proclamando la determinación francesa de defenderse por sí misma.

Era el primer acto del nuevo ministro de asuntos exteriores francés, Louis Barthou, quien desde febrero de 1934 estaba dirigiendo una acción diplomática destinada a conseguir que Alemania garantizara el respeto a sus fronteras orientales. Se trataba de conseguir un Locarno del Este.

Francia inició una vigorosa actividad diplomática a lo largo de toda Europa. Fruto de ella fue la aproximación del gobierno de París a la URSS y a la Italia de Mussolini.

El reingreso de la URSS en el concierto internacional
El antibolchevismo sistemático del nuevo gobierno nazi y el rearme alemán provocaron un importante cambio en la orientación de la diplomacia soviética. A partir de 1933, Moscú proclamó que no aspiraba a revisar los tratados de 1919 y firma acuerdos bilaterales de no agresión que casi todos sus vecinos. La culminación de este proceso llegó en septiembre de 1934 con el ingreso de la URSS en la Sociedad de Naciones.

La amenaza nazi motivó un cambio importante en la orientación política de la Internacional Comunista. Stalin ordenó el abandono de la anterior táctica de clase contra clase, que tanto había hecho para desunir a la izquierda alemana y facilitar el ascenso de Hitler, y, en agosto de 1935, el VII Congreo de la Komintern afirmó que el fascismo constituía una grave amenaza para la URSS y la paz mundial y autorizó la búsqueda de alianzas con la izquierda y la burguesía progresista para construir alianzas antifascistas. Los Frentes Populares en Francia y España, sobre todo en la guerra civil, serán los más claros ejemplos de esta nueva orientación.

El Frente de Stresa y el pacto franco-soviético
En octubre de 1934, Louis Barthou muere asesinado por un ustacha croata cuando acompañaba en Marsella en una visita al Rey de Yugoslavia. Le sucede al frente del ministerio de asuntos exteriores, el Quai d'Orsay, Pierre Laval. El nuevo ministro aunque sigue básicamente las directrices marcadas por Barthou, cambia las prioridades: la alianza con Italia adquiere más importancia que el pacto con la Rusia soviética. Laval, hombre de ideas conservadoras, adopta además una política más conciliadora con Alemania, como demostró las facilidades dadas a la anexión germana del Sarre.

La aproximación a Italia se inició en enero de 1935. Laval y Mussolini ponen fin a las diferencias entre París y Roma en los asuntos coloniales y en la Europa danubiana. Este acuerdo franco-italiano se amplió rápidamente a Gran Bretaña. La implantación del servicio militar obligatorio en Alemania precipitó la reunión el 11 abril de 1935 de la denominada Conferencia de Stresa. Las tres potencias reafirman en una declaración conjunta su apoyo a la independencia de Austria, su crítica a la política armamentística de Hitler y su acuerdo en "oponerse, por todos los medios a su alcance, a cualquier abandono unilateral de los tratados (de 1919) susceptible de poner en peligro la paz en Europa".

El mes siguiente, en mayo de 1935, se firmó el Pacto franco-soviético. Laval continuó las negociaciones que había iniciado Barthou con los soviéticos. Concluyó el pacto que estableció la ayuda mutua en caso de agresión no provocada, pero se negó a añadir una convención militar, propuesta por los soviéticos, que hubiera dado mucho mayor vigor al pacto. La presión de los sectores más conservadores de la sociedad francesa de alguna manera aguó la virtualidad del pacto franco-soviético.

La actitud británica tampoco ayudó a proyectar una imagen de firmeza ante Hitler. Ese mismo mes de mayo se firma el Acuerdo naval germano-británico por el que Gran Bretaña daba su reconocimiento al desarrollo naval alemán, aún cuando el acuerdo lo limitaba a una flota que no debía superar el 35% de la armada británica.

Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S.


Conclusiones al respecto:

¿Cuáles son los resultados fundamentales del camino histórico recorrido por el Partido bolshevique?

¿Qué nos enseña la historia del Partido Comunista (bolshevique) de la U.R.S.S.?

1) La historia del Partido bolshevique nos enseña, ante todo, que el triunfo de la revolución proletaria, el triunfo de la dictadura del proletariado es imposible sin un partido revolucionario del proletariado, libre de oportunismo, intransigente frente a los oportunistas y capituladores, y revolucionario frente a la burguesía y al Poder de su Estado.

La historia del Partido bolshevique nos enseña que el dejar al proletariado sin un partido así equivale a dejarle sin dirección revolucionaria; y el dejarle sin dirección revolucionaria equivale a hacer fracasar la causa de la revolución proletaria.

La historia del Partido bolshevique nos enseña que este partido no puede ser un partido socialdemócrata corriente del tipo de los de la Europa occidental, educado en una situación de paz social, que marcha a remolque de los oportunistas, sueña con "reformas sociales" y teme a la revolución social.

La historia del Partido bolshevique nos enseña que este partido sólo puede ser un partido de nuevo tipo, un partido marxista-leninista, el Partido de la revolución social, capaz de preparar al proletariado para los combates decisivos contra la burguesía y de organizar el triunfo de la revolución proletaria.

Eso es, en la U.R.S.S., el Partido bolshevique.

"En el periodo prerrevolucionario -dice el camarada Stalin- en el periodo de evolución más o menos pacífica, en que los partido de la Segunda Internacional representaban la fuerza predominante dentro del movimiento obrero, y las formas parlamentarias de lucha se consideraban como fundamentales, en estas condiciones, el Partido no tenía ni podía tener la grande y decisiva importancia que adquirió más tarde, bajo las condiciones de los choques revolucionarios abiertos. Kautski, defendiendo a la Segunda Internacional contra quienes la atacaban, dice que los partidos de la Segunda Internacional son instrumentos de paz y no de guerra, y que precisamente por esto resultaron ser impotentes para emprender nada serio durante la guerra, en el periodo de las acciones revolucionarias del proletariado. Y esto es totalmente exacto. Pero, ¿qué significa esto? Significa que los partidos de la Segunda Internacional son inservibles para la lucha revolucionaria del proletariado, que no son partidos combativos del proletariado que conducen a éste al Poder, sino aparatos electorales adaptados a las elecciones al parlamento y a la lucha parlamentaria. Esto explica precisamente el hecho de que, durante el periodo de predominio de los oportunistas de la Segunda Internacional, la organización política fundamental del proletariado no fuese el partido, sino la fracción parlamentaria. Es sabido que en este periodo, el partido era, en realidad, un apéndice de la fracción parlamentaria y un elemento puesto al servicio de ésta. No hace falta demostrar que, en tales condiciones y con semejante partido al frente, no se podía ni hablar de preparar al proletariado para la revolución.

Pero las cosas cambiaron radicalmente al entrar en el nuevo periodo. Este nuevo periodo es el periodo de los choques abiertos entre las clases, el periodo de las acciones revolucionarias del proletariado, el periodo de la revolución proletaria, el periodo de la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la toma del Poder por el proletariado. Este periodo plantea ante el proletariado nuevas tareas de reorganización de toda la labor del Partido en un sentido nuevo, revolucionario, de educación de los obreros en el espíritu de la lucha revolucionaria por el Poder, de preparación y concentración de las reservas, de alianza con los proletarios de los países vecinos, de establecimiento de sólidos vínculos con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes, etc, etc. Pensar que estas tareas nuevas pueden resolverse con las fuerzas de los viejos partidos socialdemócratas, educados bajo las condiciones pacíficas del parlamentarismo, equivale a condenarse a una desesperación sin remedio, a una derrota ineluctable. Tener que afrontar estas tareas con los viejos partidos al frente equivale a encontrarse completamente desarmados. ¿Hace falta, acaso, demostrar que el proletariado no podía resignarse a semejante situación?

De aquí la necesidad de un nuevo partido, de un partido combativo, de un partido revolucionario, lo bastante intrépido para conducir a los proletarios a la lucha por el Poder, lo bastante experto para orientarse en las condiciones complejas de la situación revolucionaria y lo bastante flexible para eludir todos y cada uno de los escollos que se interponen en el camino hacia sus fines.

Sin un partido así no se puede ni pensar en el derrocamiento del imperialismo, en la conquista de la dictadura del proletariado.

Este nuevo partido es el Partido del leninismo" (Stalin, "Problemas del Leninismo", págs. 62-63, ed. rusa).

2) La historia del Partido nos enseña, asimismo, que el Partido de la clase obrera no puede cumplir su misión de dirigente de su clase, no puede cumplir su misión de organizador y dirigente de la revolución proletaria, si no posee la teoría de vanguardia del movimiento obrero, si no posee la teoría marxista-leninista.

La fuerza de la teoría marxista-leninista consiste en que da al Partido la posibilidad de orientarse dentro de la situación, de comprender el nexo interno que une los acontecimientos que le rodean, de prever la marcha de los acontecimientos y discernir, no sólo cómo y hacia dónde se desarrollan los acontecimientos en el presente, sino también cómo y hacia dónde habrán de desarrollarse en el porvenir.

Sólo un partido que posee la teoría marxista-leninista puede avanzar con paso firme y conducir hacia adelante a la clase obrera.

Por el contrario, un partido que no posee la teoría marxista-leninista, vese obligado a vagar a tientas, pierde la seguridad en sus actos y no es capaz de conducir a la clase obrera hacia delante. Podría pensarse que el poseer la teoría marxista-leninista significa aprender concienzudamente las conclusiones y las tesis contenidas en las obras de Marx, Engels y Lenin, aprender a citarlas oportunamente y contentarse con esto, creyendo que las conclusiones y las tesis aprendidas se adaptan a cualquier situación, a todos los casos de la realidad. Pero este modo de abordar la teoría marxista-leninista es completamente falso. La teoría marxista-leninista no puede considerarse como un conjunto de dogmas, como un catecismo, como un símbolo de la fe; ni a los marxistas, como eruditos pedantes y exegetas. La teoría marxista-leninista es la ciencia del desarrollo de la sociedad, la ciencia del movimiento obrero, la ciencia de la revolución proletaria, la ciencia de la edificación de la sociedad comunista. Y, como ciencia, no está ni puede estar estancada, sino que se desarrolla y se perfecciona. Es evidente que, en su desarrollo, no puede menos de enriquecerse con la nueva experiencia, con los nuevos acontecimientos, y que algunas de sus tesis y conclusiones no pueden menos de cambiar a lo largo del tiempo, no pueden dejar de ser reemplazadas por nuevas tesis y conclusiones, con arreglo a las nuevas condiciones históricas.

Poseer la teoría marxista-leninista no significa, ni mucho menos, aprenderse todas sus fórmulas y conclusiones y aferrarse a la letra de ellas. Para poseer la teoría marxista-leninista hace falta, ante todo, aprender a distinguir entre su letra y su esencia.

Poseer la teoría marxista-leninista significa asimilar la esencia de ella y aprender a aplicarla para resolver los problemas prácticos del movimiento revolucionario en las diversas condiciones de la lucha de clases del proletariado.

Poseer la teoría marxista-leninista significa saber enriquecer esta teoría con la nueva experiencia del movimiento revolucionario, saber enriquecerla con nuevas tesis y conclusiones, saber desarrollarla e impulsarla, sin retroceder ante la necesidad de reemplazar, partiendo de la esencia de la teoría, algunas de sus tesis y conclusiones, caducas ya, por otras nuevas, con arreglo a la nueva situación histórica.

La teoría marxista-leninista no es un dogma, sino una guía para la acción.

Hasta la segunda revolución rusa (febrero), los marxistas de todos los países partían del criterio de que la república democrática parlamentaria era la forma de organización política de la sociedad más conveniente para el periodo de transición del capitalismo al socialismo. Es cierto que Marx había señalado ya en la década del 70 del siglo pasado que la forma más conveniente de la dictadura del proletariado no era la república parlamentaria, sino una organización política del tipo de la Comuna de París. Pero, desgraciadamente, esta indicación de Marx no fue desarrollada en sus obras y cayó en el olvido. Además, la autorizada declaración hecha por Engels en su crítica del proyecto de programa de Erfurt, en 1891, de que "la república democrática... es... la forma específica para la dictadura del proletariado", no dejaba lugar a duda en el sentido de que los marxistas seguían considerando la república democrática como la forma política de la dictadura del proletariado. Esta tesis de Engels sirvió más tarde de orientación a todos los marxistas, incluyendo a Lenin. Sin embargo, la revolución rusa de 1905 y, sobre todo, la de febrero de 1917 destacaron una forma nueva de organización política de la sociedad: los Soviets de diputados obreros y campesinos. Basándose en el estudio de la experiencia de las dos revoluciones rusas y partiendo de la teoría del marxismo, Lenin llegó a la conclusión de que la forma política mejor para la dictadura del proletariado no es la República democrática parlamentaria, sino la república de los Soviets. En abril de 1917, en el periodo de transición de la revolución burguesa a la revolución socialista, Lenin lanzó, basándose en esto, la consigna de organizar la república de los Soviets, como la mejor forma política de la dictadura del proletariado. Los oportunistas de todos los países se aferraban a la república parlamentaria, acusando a Lenin de volver la espalda al marxismo y hundir la democracia. Pero era Lenin, naturalmente, y no los oportunistas, quien representaba el auténtico marxismo y dominaba la teoría marxista, ya que, mientras los oportunistas tiraban de ella hacia atrás y convertían una de sus tesis en un dogma, Lenin la impulsaba, enriqueciéndola con la nueva experiencia.

¿Qué habría sido del Partido, de la revolución proletaria, del marxismo, si Lenin se hubiera plegado a la letra del marxismo, en vez de decidirse a sustituir una de sus viejas tesis, formulada por Engels, por la nueva tesis de la república de los Soviets, que era la que correspondía a la nueva situación histórica? El Partido habría vagado en las tinieblas, los Soviets habrían sido desorganizados, no tendríamos hoy un Poder Soviético, y la teoría marxista habría sufrido un serio descalabro. Con ello, habría salido perdiendo el proletariado y habrían salido ganando sus enemigos.

El oportunismo no consiste siempre en renegar abiertamente de la teoría marxista o de alguna de sus y conclusiones. A veces, el oportunismo se manifiesta en el intento de aferrarse a determinadas tesis aisladas del marxismo, que han comenzado ya a envejecer, y de convertirlas en dogmas, para contener de este modo el desarrollo ulterior del marxismo y con él, consiguientemente, el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado.

Sin exageración se puede afirmar que, después de la muerte de Engels, los únicos marxistas que impulsaron la teoría del marxismo y la enriquecieron con la nueva experiencia, bajo las nuevas condiciones de la lucha de clases del proletariado, fueron el formidable Lenin y, después de él, Stalin y los demás discípulos de Lenin.

Precisamente por eso, porque Lenin y los leninistas impulsaron la teoría marxista, el leninismo es el desarrollo ulterior del marxismo, el marxismo que corresponde a las nuevas condiciones de la lucha de clases del proletariado, el marxismo de la época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, el marxismo de la época del triunfo del socialismo en la sexta parte de Globo.

El Partido bolshevique no habría podido triunfar en octubre de 1917, si sus cuadros de vanguardia no hubiesen poseído la teoría del marxismo, si no hubiesen sabido ver en esta teoría una guía para la acción, si no hubiesen sabido impulsar la teoría marxista, enriqueciéndola con la nueva experiencia de la lucha de clases del proletariado.

Criticando a los marxistas alemanes de Norteamérica que habían tomado en sus manos la dirección del movimiento obrero norteamericano, escribía Engels:

"Los alemanes no han sabido hacer de su teoría la palanca que pusiese en movimiento a las masas norteamericanas. En su mayoría, ni ellos mismos comprenden esta teoría y se comportan con ella de un modo doctrinario y dogmático, creyendo que hace falta aprendérsela de memoria, y que basta con esto para afrontar todas las situaciones de la realidad. Para ellos, esta teoría es un dogma y no una guía para la acción" (C. Marx y F. Engels, t. XXVII, pág. 606).

Criticando a Kamenev y a algunos viejos bolsheviques que, en abril de 1917, se aferraban a la vieja fórmula de la dictadura democrático-revolucionaria del proletariado y de los campesinos, en un momento en que el movimiento revolucionario había rebasado esta fórmula y exigía el paso a la revolución socialista, Lenin escribía:

"Nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción, han dicho siempre Marx y Engels, burlándose con razón de los que aprenden de memoria y repiten mecánicamente las "fórmulas", que, en el mejor de los casos, sólo sirven para señalar las tareas generales, que se modifican necesariamente con la situación económica y política concreta de cada fase especial del proceso histórico... Es necesario asimilarse la verdad indiscutible de que el marxista debe tomar en cuenta la vida real, los hechos precisos de la realidad y no continuar aferrándose a la teoría del día anterior..." (Lenin, t. XX, págs. 100-101, ed. rusa).

3) La historia del Partido nos enseña, además, que el triunfo de la revolución proletaria es imposible sin el aplastamiento de los partidos pequeñoburgueses que actúan dentro de las filas de la clase obrera y empujan a las capas rezagadas de ésta en los brazos de la burguesía, quebrantando con ello la unidad de la clase obrera.

La historia del Partido es la historia de la lucha contra los partidos pequeñoburgueses y de su aplastamiento: contra los socialrevolucionarios, mensheviques, anarquistas y nacionalistas. Sin vencer a estos partidos y expulsarlos de las filas del proletariado, no hubiera sido posible conseguir la unidad de la clase obrera, y sin la unidad de la clase obrera, el triunfo de la revolución proletaria habría sido irrealizable.

Sin el aplastamiento de estos partidos, que al principio laboraban por el mantenimiento del capitalismo y, más tarde, después de la Revolución de Octubre, por su restauración, habría sido imposible mantener la dictadura del proletariado, derrotar a la intervención armada extranjera y edificar el socialismo.

No tiene nada de casual el hecho de que todos los partidos pequeñoburgueses, que para engañar al pueblo se bautizaban con el nombre de partidos "revolucionarios" y "socialistas" -los socialrevolucionarios, los mensheviques, los anarquistas, los nacionalistas- pasasen a ser partidos contrarrevolucionarios ya antes de la Revolución Socialista de Octubre, para convertirse más tarde en agentes de los servicios de espionaje extranjeros, en una banda de espías saboteadores, agentes diversionistas, asesinos y traidores a la patria.

"En la época de la revolución social -dice Lenin-, la unidad del proletariado sólo puede realizarla el Partido revolucionario extremo del marxismo, sólo puede realizarse por medio de una lucha implacable contra todos los demás partidos" (Lenin, t. XXVI, pág. 50, ed. rusa).

4) La historia del Partido nos enseña, asimismo, que el Partido de la clase obrera no puede mantener la unidad y la disciplina dentro de sus filas, no puede cumplir con su misión de organizador y dirigente de la revolución proletaria, no puede cumplir su misión de constructor de la nueva sociedad socialista, sin una lucha intransigente contra los oportunistas dentro de sus propias filas, sin el aplastamiento de los capituladores en su propio seno.

La historia del desarrollo de la vida interna del Partido bolshevique es la historia de la lucha contra los grupos oportunistas dentro del Partido y de su aplastamiento: contra los "economistas", mensheviques, trotskistas, bujarinistas y portavoces de las desviaciones nacionalistas.

La historia del Partido bolshevique nos enseña que todos estos grupos capituladores eran, en el fondo, agentes del menshevismo dentro del Partido, sus satélites y continuadores. Al igual que los mensheviques, cumplían la misión de servir de vehículo a la influencia burguesa dentro de la clase obrera y del Partido. Por eso, la lucha por la liquidación de estos grupos dentro del Partido era la continuación de la lucha por la liquidación del menshevismo.

Sin aplastar a los "economistas" y a los mensheviques, jamás se habría logrado edificar el Partido y conducir a la clase obrera a la revolución proletaria.

Sin aplastar a los trotskistas y bujarinistas, jamás se habría logrado preparar las condiciones necesarias para al edificación del socialismo.

Sin aplastar a los portavoces de las desviaciones nacionalistas de todos los matices, jamás se habría logrado educar al pueblo en el espíritu de internacionalismo, no se habría logrado defender la bandera de la fraternal amistad entre los pueblos de la U.R.S.S., no se habría logrado edificar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Podría pensarse que los bolsheviques han consagrado demasiado tiempo a luchar contra los elementos oportunistas dentro del Partido, que han exagerado la importancia de estos elementos. Pero esto es completamente falso. No es posible tolerar en el seno del Partido el oportunismo, como no es posible tolerar la existencia de una úlcera en un organismo sano. El Partido es el destacamento dirigente de la clase obrera, su fortaleza de avanzada, su Estado Mayor de combate. No es posible permitir que en el Estado Mayor dirigente de la clase obrera haya gentes pusilánimes, oportunistas, capituladores y traidores. Luchar a vida o muerte contra la burguesía, teniendo dentro del propio Estado Mayor, dentro de la propia fortaleza, a capituladores y traidores, es caer en la situación de quien se ve tiroteado desde el frente y desde la retaguardia. Fácil es comprender que la lucha, en estas condiciones, sólo puede conducir a una derrota. El modo más fácil de tomar una fortaleza es atacarla desde dentro. Para conseguir el triunfo, lo primero que hace falta es limpiar el Partido de la clase obrera, su Estado Mayor dirigente, su fortaleza de avanzada, de capituladores, desertores, esquiroles y traidores.

No tiene nada de casual el hecho de que los trotskistas, los bujarinistas, los portavoces de desviaciones nacionalistas, luchando contra Lenin y contra el Partido, hayan acabado como acabaron los partidos menshevique y socialrevolucionario: convirtiéndose en agentes de los servicios de espionaje fascistas, convirtiéndose es espías, en saboteadores, en asesinos, en agentes diversionistas, en traidores a la patria.

"No es posible triunfar en la revolución proletaria, no es posible defenderla, teniendo en las propias filas a reformistas, a mensheviques. Esto es evidente en el terreno de los principios. La experiencia de Rusia y de Hungría lo confirma palpablemente... En Rusia, hemos atravesado muchas veces por situaciones difíciles en que el régimen soviético habría sido infaliblemente derrotado, si hubiesen quedado mensheviques, reformistas, demócratas pequeñoburgueses dentro de nuestro Partido..." (Lenin, t. XXV, págs. 462-463, ed. rusa).

"Si nuestro Partido -dice el camarada Stalin- ha conseguido forjar dentro de sus filas una unidad interior y una cohesión nunca vista, se debe, ante todo, al hecho de que supo limpiarse a tiempo de la escoria del oportunismo, arrojar del Partido a los liquidadores y mensheviques. Para desarrollar y consolidar los partidos proletarios, hay que depurar sus filas de oportunistas y reformistas, de socialimperialistas y socialchovinistas, de socialpatriotas y socialpacifistas. El Partido se fortalece depurándose de los elementos oportunistas" (Stalin, "Problemas del Leninismo", pág. 72, ed. rusa).

5) La historia del Partido nos enseña, además, que el Partido no puede cumplir su misión de dirigente de la clase obrera, si, perdiendo la cabeza con los éxitos, comienza a vanaglorariarse, si deja de advertir las deficiencias de su labor, si teme reconocer sus errores, si teme corregirlos a su debido tiempo abierta y honradamente.

El Partido es invencible, si no teme la crítica ni la autocrítica, si no disimula los errores y deficiencias de su labor, si enseña y educa los cuadros con el ejemplo de los errores del trabajo del Partido y sabe corregir estos errores a tiempo.

El Partido se hunde, si oculta sus errores, si disimula sus lados flacos, si encubre sus defectos con una falsa exhibición de prosperidad, si no tolera la crítica y la autocrítica, si se deja penetrar del sentimiento de la fatuidad, si se deja llevar por el narcisismo y comienza a dormirse sobre los laureles.

"La actitud de un partido político ante sus errores es -dice Lenin- uno de los criterios más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar minuciosamente la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase primero, y después a las masas" (Lenin, t. XXV, pág. 200, ed. rusa).

Y más adelante:

"Todos los partidos revolucionarios que se han hundido hasta ahora, se han hundido por dejarse llevar del engreimiento y no saber ver en que consistía su fuerza y por temor a hablar de sus debilidades. Pero nosotros no nos hundiremos, porque no tenemos miedo a hablar de nuestras debilidades y aprenderemos a superarlas" (Lenin, t. XXVII, págs. 260-261, ed. rusa).

6) Finalmente, la historia del Partido, nos enseña que, sin mantener amplios vínculos con las masas, sin fortalecer constantemente estos vínculos, sin saber escuchar atentamente la voz de las masas y comprender sus necesidades más torturantes, sin ser capaz, no sólo de enseñar a las masas, sino también de aprender de ellas, el Partido de la clase obrera no puede ser un verdadero partido de masas, capaz de arrastrar consigo a las masas de millones de la clase obrera y de todos los trabajadores.

El Partido es invencible, si -como dice Lenin- sabe "ligarse, aproximarse, por decirlo así, fundirse, en cierto grado, con las más grandes masas trabajadoras, en primer término, proletarias, pero también con la masa trabajadora no-proletaria" (Lenin, t. XXV, pág. 174, ed. rusa).

El Partido se hunde, si se encierra en su estrecha concha de partido, si se desliga de las masas, si se cubre de moho burocrático.

"Se puede reconocer como norma -dice el camarada Stalin- que, mientras conserven el contacto con las grandes masas del pueblo, los bolsheviques serán invencibles. Y, al contrario, en cuanto se desliguen de las masas y pierdan el contacto con ellas, en cuanto se dejen cubrir por la herrumbre burocrática, perderán toda su fuerza y quedarán anulados.

Los griegos de la antigüedad tenían en su mitología un héroe famoso, Anteo, que era, según la leyenda, hijo de Poseidón, dios de los mares y de Gea, diosa de la tierra. Anteo quería mucho a su madre, que lo había dado a luz y lo había criado y educado. No existía héroe al cual no hubiera vencido dicho Anteo. Se consideraba como un héroe invencible. ¿En qué consistía su fuerza? Consistía en que, siempre que se sentía a punto de verse vencido en la lucha contra un enemigo, tocaba la tierra, su madre, que lo había dado a luz y criado, y ésta le infundía nuevo vigor. Pero Anteo tenía su punto débil: era el peligro de verse separado de la tierra. Sus enemigos conocían esta debilidad suya y lo acechaban. Y he aquí que un día, un enemigo se aprovechó de esta debilidad, venciéndole. Este enemigo era Hércules. ¿Cómo lo venció? Lo separó de la tierra y lo levantó en vilo, quitándole la posibilidad de tocar la tierra y ahogándole así en el aire.

A mí me parece que los bolsheviques recuerdan a Anteo, el héroe de la mitología griega. Los mismo que Anteo, son fuertes, porque mantienen contacto con su madre, las masas, las que los dieron a luz, los criaron y educaron. Y mientras mantengan el contacto con su madre, el pueblo, cuentan con todas las posibilidades de ser invencibles.

En esto está la clave de por qué la dirección bolshevique es invencible" (Stalin, "Sobre las deficiencias del trabajo del Partido").

Tales son las enseñanzas fundamentales del camino histórico recorrido por el Partido bolshevique.

martes, 20 de noviembre de 2007

Nacimiento del ejército rebelde


Fidel permaneció en la Isla de Pinos hasta 1955, casi siempre en una celda de castigo, y salió gracias a una amnistía junto con su hermano Raúl y otros cabecillas del movimiento 26 de julio. Se mantuvo fiel a Chibás, aunque ya había desaparecido, y mantuvo las posiciones revolucionarias posteriores al golpe de Batista de 1952. Tras su salida de la cárcel inició una campaña de desacreditación de la dictadura e intentó unir las fuerzas que ideológicamente estaban cercanas a las ideas de Chibás. Pero la presión y el riesgo por su vida en Cuba era muy grande y junto con su hermano tiene que abandonar el país y marcharse a México, allí conocerá a Ernesto "Che" Guevara (Alberto Korda, fotografió al "Che" en una manifestación, imagen que se convirtió en un símbolo para la juventud del mundo entero).

El 19 de marzo de 1956 Fidel rompe con los partidos de la burguesía, que hasta entonces le habían estado apoyando, incluso con el Partido Ortodoxo, del cual había pertenecido, y crea el Movimiento 26 de Julio con un artículo-manifiesto de autoproclamación como abanderado de la revolución inminente.

Este movimiento encontrará como aliados al Directorio estudiantil, con José Antonio Echeverría a la cabeza, y al Partido Socialista Popular, con Lázaro Peña y Flavio Bravo. Ese mismo año (1956) se produce un hecho importante y a la vez curioso, la Unión Soviética realiza la primera ayuda financiera a Cuba con la compra de 443 mil toneladas de azúcar. Mientras tanto Frank País (hombre fuerte del Movimiento 26 de Julio) y un grupo de estudiantes revolucionarios de la Universidad de Oriente preparan un movimiento insurreccional.

El 30 de noviembre de 1956 en Santiago se produce el movimiento insurreccional encabezado por País, un movimiento que duró apenas cinco horas y que al final tiene que ceder ante las fuerzas del gobierno. A la vez 82 hombres estaban embarcados en el Granma, entre ellos Fidel y Guevara, y se dirigían a Cuba desde México, pero otra vez más los planes de Fidel Castro iban a salir mal parados. La estrategia era que el movimiento insurreccional de País coincidiera con el desembarco del Granma en Cuba, pero Fidel tardó 7 días en llegar y atracaron en una parte de la isla donde no estaba previsto. Así pues, el 2 de diciembre llegó Fidel a Cuba con las fuerzas del gobierno de Batista esperándoles, y con un largo camino hasta Niquero que era donde tenían previsto llegar con el Granma.

Tras la llegada del Granma sus ocupantes revolucionarios tuvieron que despistar a las fuerzas dictatoriales en varias ocasiones hasta los acontecimientos de Alegría del Pío, lugar donde Fidel ordenó que se parara la marcha hacia el punto de encuentro, pero el ejército batistiano aprovechó ese momento para atacarles duramente y tuvieron que dispersarse cada uno como pudo y por sus propios medios. Así se formaron tres pequeños grupos de hombres y muchos otros quedaron dispersos o de dos en dos, ninguno de ellos sabía si existía el otro grupo o si había sobrevivido alguien más.

Estos "guerrilleros", término que empezaron a adoptar tras la huída que tuvieron que hacer hacia las montañas y por su lucha semi-clandestina contra el ejército, caminaban de noche y se escondían de día, se relacionaron con los campesinos de la zona de tal manera que se empezó a fraguar un lazo de unión entre el movimiento guerrillero, ridículo en su inicio, y el movimiento campesinado. Los campesinos les acogían en sus casas, les daban de comer y les explicaban en la situación en que vivían.

El 18 de diciembre de ese año consiguieron reunirse los supervivientes del desembarco y del ataque del ejército en casa de un campesino, Crescencio Pérez, eran alrededor de 15, de los 80 que habían desembarcado. Se habían convertido en una guerrilla, guerrilla prolongada , y su objetivo de realizar una insurrección inmediata volvió a fracasar. Pero este hecho permitió ir formando una base ideológica propia y aunar las ideas de los componentes que hasta entonces eran muy diversas.

Mientras esto ocurría en el campo, en las ciudades, sobre todo en la provincia de Oriente, se reprimía con dureza a los simpatizantes de la revolución, ya que las noticias del desembarco habían llegado ya a toda la provincia de Oriente. El 25 de diciembre en Holguín, el coronel Fermín Cowley lanzó a sus hombres contra un grupo de comunistas afiliados, en su mayor parte, al Partido Socialista Popular (de ideología comunista), y murieron 26 jóvenes obreros asesinados. Bandas de policías especializados en la represión operaron por la toda la isla, la represión fue total y empezaba a convertirse en algo habitual.

Batista dio orden de publicar la noticia de que Fidel había muerto y los rebeldes dispersados para frenar los movimientos partidarios a los rebeldes en las ciudades principalmente. Pero Fidel, entonces, contactó con la organización rebelde de la capital, mediante Faustino Pérez, para que la gente hablase de los rebeldes de la Sierra y desmentir la noticia de su muerte. El 14 de enero Fidel dio la orden de atacar un pequeño cuartel de La Plata al pie de la Sierra para dar señales de vida y demostrar que el movimiento rebelde estaba vivo. Tras este ataque los campesinos de la zona tienen que dejar sus casas por temor a las amenazas del ejército en bombardear la zona. Pero un campesino de la zona, Eutimio Guerra, se alista a los rebeldes y se convierte en guía y correo de Fidel y los rebeldes de la Sierra, pero una de las veces que salió de la Sierra fue capturado y convencido para que el ejército encontrase a Fidel a cambio de dinero y no ser fusilado. Los días posteriores, finales de enero y primeros de febrero, las posiciones de los rebeldes fueron bombardeadas por la aviación militar, pero siempre pudieron salvarse de las bombas. Hasta que el 9 de febrero Eutimio fue ajusticiado ante Fidel, este había sido avisado por un grupo de rebeldes que le habían visto guiar al ejército batistiano.

El mes de marzo de 1957 fue bastante sangriento, el Directorio estudiantil atacó el palacio presidencial para asesinar a Batista pero pudo refugiarse y muchos estudiantes murieron en el intento, entre ellos José Antonio Echeverría. La represión policial posterior fue brutal y asesinaron al presidente del Partido Ortodoxo Pelayo Cuervo. Mientras los rebeldes de la Sierra recibían un refuerzo de unos 50 hombres, 28 fusiles y 2 ametralladoras.

El ejército rebelde, en abril, está ya compuesto por 80 hombres aproximadamente, divididos en tres pelotones, un estado mayor y dos escuadras. Para el 20 de mayo son ya 127 hombres.

A principios de julio de 1957 se firma el Manifiesto de la Sierra Maestra, que tenía como objetivo crear un frente común de todos los partidos de la oposición, un frente cívico-revolucionario, se quería alejar al ejército de la política, convocar elecciones al año siguiente de la caída de Batista y no aceptar imposiciones de otros países, encabezando este manifiesto se encontraban Fidel y Pazos, ex-presidente de la Banca Nacional de Cuba. En ese mes además, y para celebrar el aniversario del Movimiento 26 de Julio, los rebeldes atacaron varios pueblos cercanos al pie de la Sierra. Pero ese mes no fueron todo noticias esperanzadoras para Fidel, Frank País, hombre fuerte del movimiento e íntimo de Fidel, moría asesinado en plena calle. Esta muerte provocó una huelga general importante que fue respondida por Batista con una censura de prensa para que no se difundiera la noticia de todo el seguimiento que había tenido la muerte de País.

El 10 de noviembre de 1957 se produce el Pacto de Miami por toda la oposición cubana a la dictadura de Batista, pero lo que podía haber sido un punto de partida para el derrocamiento de Batista se convirtió en un punto de discordia entre el Movimiento 26 de Julio y el resto de fuerzas opositoras al régimen. Representantes de siete grupos políticos firmaron un documento de unidad frente al régimen de Batista, entre ellos el Movimiento 26 de Julio, pero cuando el documento llegó a manos de Fidel desautorizó a sus representantes y anuló y rechazó el pacto tajantemente por pensar que era un documento imperialista norteamericano