jueves, 21 de febrero de 2008
La Descolonización
La descolonización es un proceso histórico contemporáneo cuyo máximo desarrollo ha tenido lugar entre el final de la Segunda Guerra Mundial y mediados de la década de los años sesenta. Sin embargo, no es correcto suponer que se trate de una cuestión vinculada exclusivamente a este tiempo histórico reciente. En realidad, desde el inicio de la Edad Moderna la descolonización ha sido una constante ligada a los episodios coloniales emprendidos por las naciones europeas. La independencia de las últimas colonias, las del imperio portugués en África, pusieron fin a un ciclo colonial iniciado en el siglo XIV, el de los imperios marítimos. La liquidación del sistema colonial moderno y contemporáneo, producida en diversas etapas, dio lugar al nacimiento de un gran número de jóvenes países, todas ellas acogidas en el seno la Organización de Naciones Unidas. La lucha por la consolidación de regímenes justos en todos estos países es el centro de las historias nacionales recientes de los continentes asiático y africano.
No deja de sorprender la gran celeridad con que, durante la segunda mitad del siglo XX, se produjo el derrumbe de unos imperios que, fruto del aporte de los sistemas administrativos y políticos europeos, se habían conformado con gran precisión durante largo tiempo. La resignación con que Occidente –Gran Bretaña y Francia- hubo de asumir los procesos de independencia de las naciones de Ásia y África solo es explicable a partir de dos condiciones. La primera, la maltrecha situación económica de las potencias al terminar la Segunda Guerra Mundial. La segunda, la fuerza imparable de los movimientos nacionales de autodeterminación.
La naturaleza de la dominación había cambiado sustancialmente. Las comunicaciones habían dejado de ser esencialmente marítimas y las nuevas formas de la economía permitirían a los países fuertes dominar territorios sin necesidad de ocupar los territorios. Sobre los países independizados se consolidó un colonialismo de sustitución no sustentado en el control del mar. Así, la peculiaridad del imperio estadounidense, uno de los más tardíos por ser Estados Unidos una de las primeras naciones independizadas, era que sus dispersos imperios ultramarinos –Puerto Rico, Hawai o Filipinas, no fueron esenciales para consolidar su poder hegemónico tras la Segunda Guerra Mundial. Por su parte, la Unión Soviética no tuvo demasiadas dificultades en colonizar ideológicamente a un amplio conjunto de naciones descolonizadas tardíamente.
Los procesos de independencia de las primeras etapas de la historia poscolonial tuvieron una fuerte impronta personalista de los líderes nacionales y una acentuada tendencia hacia el golpismo y las convulsiones.
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